sumate@ciudadanoaustral.org

La constitución de la vergüenza — Andrés Barrientos Cárdenas

El país está experimentando todo lo que ya advirtieron los partidarios del rechazo al cambio constitucional y también aquellos que condenaron desde su génesis este proceso forjado por la violencia, el amedrentamiento y la destrucción.

No es novedad ver hoy que, la convención no esté trabajando bajo los márgenes y atribuciones entregadas previamente bajo el pacto de rendición llamado “acuerdo por la paz y la nueva constitución”, tampoco es de sorprender el trabajo sistemático de una gran parte de constituyentes en la aniquilación de los símbolos patrios, la lengua oficial castellana, buscando el establecimiento de una seguidilla de antecedentes que avizoran una tiranía. Silenciar opiniones diferentes, votar un sinnúmero de veces hasta que sea escogida la alternativa de los déspotas, desarrollar prácticas no transparentes para guardar bajo la alfombra propuestas distintas a los sostenedores de la tiranía, son prácticas que se han venido llevando a cabo en las universidades del país hace al menos dos décadas. Ahora, los hijos y sostenedores de dichas prácticas son los encargados de edificar una nueva constitución. 

Las señales son muy palmarias para que sigan sobre estimando las atribuciones de dicha convención. En primer lugar, alargar el proceso, así empalmar y poner en tensión al nuevo presidente del país junto con el nuevo congreso que será electo en noviembre, recordemos que en la convención podrán modificar cómo se componen todos los demás poderes y eso, lógicamente, supone riesgos al sistema democrático y al Estado unitario que ha evolucionado como parte de nuestra tradición republicana. Aquí, el problema de fondo es que gran parte de los convencionales cree en la tiranía de las mayorías, y sostiene que la democratización radical es el paso para el establecimiento de “lo nuevo”, no es casualidad que el podemita versión chilena, Gabriel Boric, se haya puesto a disposición de la presidenta de la convención, quien sería uno de los engranajes importantes para la conducción y guía del proceso de deconstrucción nacional. Y en esto, los sostenedores de la tiranía no tienen un modelo predeterminado para hacerlo comparable, ni Cuba, ni Venezuela, ni Corea del Norte son sus modelos, ni nada de lo actual, aquí se sigue construyendo y deconstruyendo lo edificado para llevar hacia “lo nuevo”, conformado por partidos, colectivos, disidencias, grupos de choque, manipulación del lenguaje y la radicalidad cubierta de pomposos anuncios democráticos.

El límite al poder es una tradición de muy antaño, la misma Declaración de la Independencia de los Estados Unidos de América parte reconociendo que hay derechos inalienables en el ser humano y que ellos están dados antes de siquiera la existencia del Estado, es por ello por lo que el rol del Estado primeramente reconocer dichos derechos inalienables como son: vida, libertad y la propiedad.  

Es por lo anterior, que las personas tendrán que reflexionar seriamente si quieren tiranía o libertad. No vaya a ser que la tiranía termine por seleccionar un nuevo engranaje del proceso para avanzar hacia su consolidación y tengamos que decir adiós al otrora país más libre de Latinoamérica, un país que alguna vez se llamó Chile.