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Libertad bajo asedio: ¿Qué le pasa a Chile? — Yonathan Fuentealba

Durante estos últimos 16 meses nos hemos acostumbrado a tener una agradable libertad entre los lunes y viernes, desde las 5 de la mañana hasta las 10 de la noche, si es que tenemos la suerte de no caer en la famosa fase 1. Hemos normalizado, sin duda, vivir con nuestra libertad limitada por el Estado y los burócratas, quienes han decidido cuáles son los horarios y los días en los que podemos hacer nuestra vida, se dieron el lujo incluso de seleccionar los bienes “esenciales” que podíamos comprar, al mejor estilo soviético o cubano. Cerraron el comercio, sepultaron a las MiPymes, arrollaron a los independientes y nos encerraron en nuestras casas. Nos dijeron que el teletrabajo era la opción, que nuestros hijos podían solo tener educación online, y que no podíamos celebrar con libertad nuestros matrimonios, hacer nuestros cultos religiosos para realizarnos espiritualmente, e incluso sin poder siquiera despedir a nuestros seres queridos como se lo merecen.

Sucede que todo este control obsesivo y pseudo-plausible tiene sus consecuencias. No fue suficiente que los alumnos de educación primaria y secundaria no alcanzaran el 60% de los aprendizajes esperados en 2020, y que el 74% de estudiantes de educación superior presente síntomas depresivos por estudiar confinados. No parece importar los miles de trabajos destruidos por la coerción estatal, ni tampoco parece importar cerca del millón de personas que aún no recuperan sus empleos, porque en la ecuación no solo está el COVID-19 y sus impactos, están también nuestros trabajos, nuestra vida en sociedad, nuestra libertad, nuestras empresas (muchas de ellas familiares), nuestras organizaciones, nuestros proyectos, nuestras decisiones, nuestros propios riesgos, victorias y derrotas, somo nosotros quienes decidimos el futuro de nuestras vidas y de nuestra familia, búsqueda de la felicidad y la plenitud. Sin duda, querido lector, una libertad bien entendida es una libertad con responsabilidad, no me mal entienda, no se trata de abusar de la libertad, sino de recuperarla.

Chile es el país o lo fue, con la mayor movilidad social de los países de la OCDE, con una reducción de la pobreza increíble en los últimos 50 años, pero la guinda de la torta es el Resumen de resultados: Pobreza por Ingresos y Distribución de Ingresos de la encuesta Casen de esta semana, donde la pobreza en el país pasó de un 8,6% a un 10,8%, la primera alza en 20 años. No solo tenemos déficit en la educación de nuestros niños y jóvenes, problemas de salud mental, enfermos crónicos que no pueden tratarse en los centros hospitalarios porque no son “prioritarios”, ni los miles de desempleos y empresas quebradas, sino que el resultado más devastador es que hoy tenemos una fábrica de pobres, porque fueron medidas coercitivas y restricciones las que generaron consecuencias devastadoras en nuestra familia y amigos.

Esta mirada no es utilitarista ni meramente economicista, es una mirada real. Mientras la convención constituyente amenaza día a día con aniquilar nuestra libertad. Necesitamos restituir nuestra libertad, necesitamos realizar nuestra vida con normalidad, mientras en Europa juegan a estadio lleno, en Chile no podemos hacer un culto con más de 20 personas. Las consecuencias están a la vista y la pobreza también, los impactos son reales, y para ser sinceros, toda la evidencia pareciera indicar que las cuarentenas tuvieron más costos que beneficios. No sigamos cediendo libertad y no nos olvidamos de ella.