La política de la amenaza y la validación de la violencia
Tras el 18 de octubre de 2019 se han mostrado las peores demostraciones de la conducción política. Por un lado se instaló en los sectores progresistas la efectiva viabilidad de hacer política basada en la violencia para instalar su agenda-setting (McCombs & Shaw, 1972) en los medios. Y por otra parte, queda en evidencia la colusión discursiva entre lo que se suele definir como las demandas surgidas desde las manifestaciones callejeras y las izquierdas -de todo espectro- situadas en el congreso chileno.
Prueba de lo anterior, podemos remontarnos recientemente a la mutación, superación, y sobre saturación de los rayados violentistas en arterias principales de las ciudades de Chile del día sábado 19-O, donde la consigna ya no era “evadir” sino que había escalado a “nueva constitución” y “asamblea constituyente”, seguido de los discursos emitidos el día 20 de octubre por la gran mayoría de los diputados de oposición en la sesión especial del Congreso, que a coro señalaron “Necesitamos un nuevo pacto social”. Entre los destacados figuran los congresistas: González (PPD), Mirosevic (PL), Hirsch (PH), Díaz (PS), Torres (SC), Castillo (RD), Kariola (PC), Soto (Ind), entre otros.
El reconocido filósofo Ludwig Wittgenstein afirmó: “los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo”, que luego sus sucesores han intentado continuar contestando o explorando dicha afirmación, nos sitúa en un escenario para que además dimensionemos la importancia de la significancia de los conceptos o palabras que moldean la realidad y nuestras interacciones humanas. Los medios de prensa hegemónicos, y la falsa concepción de opinión pública, que no es más que la mera opinión publicada, genera categorías mentales, en sintonía -no coordinada- son los que establecen estos códigos, y podemos detectar conceptos que nos terminan sonando populares como: “movimiento social”, “paz social”, “vandalismo”, “hechos aislados”, “protesta pacífica”, “ciudadano”, “sensación de mayoría”, y muchos más, que finalmente terminan configurando el nivel discursivo superficial de conflictos más profundos dentro de la sociedad chilena.
Las izquierdas latinoamericanas han desarrollado en forma potente y avanzada los aspectos formales discursivos y emocionales, tal así, que no ha sido necesario que condenen categóricamente hechos de violencia a terceros actores políticos o ni siquiera se tengan que retractar cuando algunos congresistas suscitan a la desobediencia civil, violando la promesa/juramento a la Carta Fundamental, como ha ocurrido desde el inicio del proceso de revolución molecular del 18-O. De este modo, se hace necesario hacer una profunda reflexión entre los padres, apoderados, y encargados de entregar educación a las futuras generaciones de nuestro país.
La falta de entendimiento de los fenómenos es tal, que en un inicio las derechas formales del sistema político -casi en su totalidad- sucumbieron ante las categorías insertadas por copamiento y saturación por parte de las izquierdas presentes en Chile, desde los colectivos que generan (des)(in)formación y transgresión, e intelectuales que promueven la guerra social (Ruiz, 2014), hasta los que buscan generar reformas o transformaciones estructurales mediante la presión de masas hacia el sistema democrático y representativo por vías alternas. De lo anterior, no se puede aminorar ni olvidar lo señalado por el titular del PPD, Heraldo Muñoz, quien dijo que “si se llegara a frustrar una nueva Constitución, evidentemente que la movilización que ha ocurrido se incrementaría y no tendríamos la paz social que todo el mundo anhela”, lo cual fue re afirmado el 29 de diciembre por parte del presidente del Senado, Jaime Quintana, demostrando una vez más lo que podríamos directamente señalar como un chantaje o una amenaza a nuestra convivencia civil.
El llamado es a reflexionar, los cambios en los procesos políticos deben ser vistos como procesos en la historia, y no como sumatoria de puntos de inflexión que puedan tirar por la borda nuestra República.
Fundación Ciudadano Austral