Mirada internacional al estallido insurreccional chileno
Los medios tradicionales han hecho omisiones significativas a tres de las 4 variantes del conflicto ante la escalada de la violencia en Chile, que están suscitando la destrucción de las bases institucionales del nuestro país. Cuatro categorías de análisis –de actores- que podríamos clasificar en: (1) izquierda institucional parlamentaria (principalmente fuerzas del PCCh y Frente Amplio); (2) izquierda extraparlamentaria y/o no institucional; (3) anarquismo insurreccional; y (4) injerencia externa. En esta oportunidad nos detendremos en la última.
La variable internacional, para estudiar los intereses que se juegan en la configuración del nuevo orden latinoamericano se ha excluido del tablero. Por tanto, para un análisis serio es importante destacar el desarrollo del proyecto de expansión bolivariano venezolano con el respaldo del castrocomunismo, y la irrupción del fenómeno López Obrador en México, con su validación explícita en agosto del presente año a las operaciones de EZLN, que ya controla más de 11 territorios mexicanos. En tan solo unos meses hemos visto una oleada de conflictos internacionales de desestabilización de regímenes democráticos en Ecuador, Colombia, y actualmente sufriendo consecuencias nuestro país. Para ver una relación con el proceso chileno basta verificar la similitud panfletaria, simbología y formas de acción directa.
En julio de 2019, desde esta tribuna, expusimos que 12 movimientos y partidos políticos de la izquierda chilena pertenecen y adhieren el Foro de Sao Paulo –ver http://forodesaopaulo.org/partidos/–, o Foro de la muerte como tildó la Red Liberal de América Latina. De eso, nadie se alarmó. Por otro lado el surgimiento del Grupo de Puebla nace este año en México con el objeto reorganizar las izquierdas, dado el fracaso del proyecto socialismo del siglo XXI en los últimos comicios latinoamericanos. El factor AMLO desde México sería lo que Brasil fue al Foro de Sao Paulo y al fracaso del PT en Brasil con la victoria de Bolsonaro. Dilma, Fernández, Insulza, Zapatero, entre otros, son los insignes participantes de esta reorganización.
El portavoz de la Casa Blanca, Judd Deere, indicó recientemente que el Presidente de los EE.UU. “denunció los esfuerzos extranjeros para minar las instituciones chilenas, la democracia y la sociedad”. Prueba de lo anterior el periódico ABC de España publicó que se descubrió “más de veinte mil mensajes de cuentas chavistas incitando a la revuelta y a soldados rusos en Caracas, parte del apoyo del Kremlin a Maduro”, lo que se enmarca en la guerra de des-información.
La Organización de Estados Americanos (OEA) ha afirmado que el patrón seguido por Chile es similar al de Colombia y Ecuador, es decir, que “las brisas del régimen bolivariano impulsadas por el madurismo y el régimen cubano traen violencia, saqueos, destrucción y un propósito político de atacar directamente el sistema democrático y tratar de forzar interrupciones en los mandatos constitucionales”, palabras del secretario general de la organización, Luis Almagro.
La estrategia hoy es otra, y tal como señaló la investigadora, Daniela Carrasco, en el Libero, el conflicto actual se enmarca en lo que podemos tratar como Revolución Molecular, el cual implica “múltiples, pequeñas, y acéfalas ebulliciones disipadas en la sociedad, que se aleja de aquellas [revueltas] del siglo pasado, en las que se podía determinar quién es el enemigo”, aquí no hay liderazgos definidos y el movimiento de la revuelta va mutando a diario en el transcurso del proceso revolucionario.
Esperemos que el desarrollo del proceso de esta Revolución Molecular, gestada por los cuatro factores inicialmente expuestos logre despertar en el chileno de esfuerzo, el comprender que la estabilidad democrática debe ser defendida por todos, antes que la degradación institucional se vuelva crónica. Y para los pasivos, que entiendan que –en palabras de Thomas Jefferson– “el precio de la libertad es su eterna vigilancia”.
Andrés Barrientos Cárdenas
Director Ejecutivo
Fundación Ciudadano Austral