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El individuo frente al Estado insaciable

Columna publicada en Revista Individuo

Asistimos, de hace algunos años ya a la fecha, a un proceso de crecimiento progresivo de la labor del Estado.

Los impulsores de este progresivo avasallamiento del hombre por el Estado son ya conocidos. Repiten sus argumentos, justifican sus posiciones comparando muchas veces las debilidades de la economía de mercado, con la belleza de las utopías socialistas. Se dirá, que no es posible comparar una utopía con una realidad. No importa, impacta siempre más destacar lo negativo que lo positivo. Total, las utopías siempre serán nada más que eso, utopías. El amargo despertar siempre será el mismo: la realidad.

Y el fracaso del socialismo lo llenaremos de slogan, de más utopías, de luchas contra enemigos inexistentes, de incapacidades para asumir responsabilidades, de llamados angustiosos a la conciencia, de represiones brutales y de repeticiones vacías de lugares comunes.

La política termina por convertirse en la propia proyección. Donde están mis enemigos, están nuestros enemigos. Donde el mundo falla, no están mis fallas, sino la de los otros. Donde mi universo choca con la realidad, está la teoría, que, si no concuerda con esa realidad, tanto peor para ella.

En ese contrato entre el individuo y el Estado, es el individuo el que ha ido cediendo espacio al Estado insaciable. Un ejemplo de lo anterior lo constituye la relación entre la persona y el sistema de salud estatal. Es un público cautivo, que no tiene por tanto otra alternativa. Así, ha entregado en manos de la burocracia estatal su salud y por tanto sus prioridades han terminado de incluirse en las prioridades del propio sistema de salud.

Pero el Estado se ha posicionado como el principal dador de salud, tanto en lo preventivo, como en lo curativo y en la rehabilitación. El individuo, deberá entonces, tomar su número y ponerse a la fila de la que el mismo leviatán eufemísticamente llama “listas de espera” y que no refleja sino la incapacidad de satisfacer su demanda en salud. Nadie respeta su pago previsional, ni sus contratos, como por ejemplo el AUGE, ni su enfermedad, ni su urgencia.

Debemos ser capaces de definir claramente los límites entre el Estado y el individuo. Debemos ser capaces de defender el individuo, colocando limites muy claros al Estado, al aparataje burocrático y a la planificación central ineficiente. Y sobre todo en el ámbito económico, debemos restringir su acción a lo estrictamente necesario, como lo define el fundamento del Estado subsidiario, ello nos podría garantizar los derechos individuales. Pues el Estado como controlador de la economía es el paradigma perfecto del esclavista, que reparte a su esclavo lo que quiere y cuando quiere.

Gustavo Roll
Fundación Ciudadano Austral