El aborto contra la dignidad humana
*Columna publicada el domingo 03 de octubre del 2021 en el Diario El Pinguino. Ver publicación original aquí.
Este miércoles la Cámara de Diputados aprobó en general el proyecto de ley que persigue despenalizar el aborto hasta las 14 semanas de gestación. Titular deprimente para aquellos que creemos y defendemos la dignidad humana desde la concepción hasta la muerte natural de la persona humana. Para otros, el avance de esta tramitación es un logro significativo, fundamentado en una ética utilitarista de la dignidad humana, una decisión fundada en una concepción de vida al más estilo del costo-beneficio de los nonatos y las madres.
Lo cierto es, que el deterioro en la aprobación de políticas abortistas en cuanto a la concepción teórica, ideológica y legislativa, van de la mano con una constante profundización de filosofías y concepciones antropológicas distorsionadas sobre la persona humana. No es sorpresa que comenzaron hablando del aborto en tres causales, para luego pasar al aborto hasta las 14 semanas, luego, lo esperable, es que una vez concretadas las 14 semanas buscarán presentar proyectos, para que progresivamente se llegue al aborto sin límites de semanas o meses de gestación.
Desde la embriología y la biología misma, la cuestión desde cuando comienza la vida no tiene cuestionamientos: la vida parte en la concepción. Allí, donde comienza la vida, hay un ser humano en desarrollo. Desde la filosofía, la cuestión se centra en la persona humana, y lo pregunta inmediata es ¿Cuándo se es persona? e inmediatamente aparecen los planteamientos: ¿somos personas cuando razonamos, en alguna edad específica o cuando aparece la consciencia? Lo cierto es que la persona humana existe en un cuerpo y que es propio de ese cuerpo hallarse siempre en algún estado de desarrollo (Vial & Rodríguez, 2009).
El tema central, sin duda, es ético. La perspectiva ética de la dignidad humana sin duda sostendrá las decisiones legislativas que se toman para aprobar el asesinato de nonatos. La dignidad humana es intrínseca a la persona humana, por ende, todo ser gestado, todo nonato, desde su concepción es un ser con dignidad, que tiene valor y ese valor ha de respetarse, defenderse y promoverse. El utilitarismo sostiene, que aquella dignidad no depende de lo intrínseco de la persona humana, sino más bien, por aquel mal o bien que pudiera producir el embarazo en la madre, en el niño o en la sociedad. Es aquí donde se esgrimen argumentos como que el niño solo vendría a vivir en la pobreza; o si tiene malformaciones o enfermedades asociadas en gestación, como viene “dañado”, mejor que muera y no nazca; o también aquellos famosos argumentos donde se dice que es la mujer quien decide sobre su cuerpo, omitiendo que está matando una vida por su “decisión personal”.
En este sentido, la vida humana no puede mirarse desde una mirada utilitarista. La persona humana y su naturaleza, la cual es digna, trasciende y tiene supremacía en este mundo ha de defenderse como corresponde, el hombre responde a su naturaleza, a su propósito de vida, al cual su naturaleza lo invita: que es la búsqueda de la felicidad, el bien y la verdad ¿Cómo entonces, la persona podrá responder a su fin si se le arrebata la vida desde sus inicios? ¿Quiénes somos nosotros para restringir la vida del prójimo? ¿Qué autoridad moral tenemos para asesinar al indefenso? Nuestro deber moral es la de defender la vida.
Tanto la biología, filosofía y ética, así como la política y las leyes deben respetar la dignidad humana. Bien definía ya, el filósofo y médico inglés John Locke, en el derecho natural que toda persona tiene es el derecho a la vida, la libertad y la propiedad. La defensa y promoción del derecho a vivir es el respeto irrestricto de la vida del prójimo, y absolutizar la libertad como fin es poner al individuo como ser sin virtudes morales. La libertad sin responsabilidad es una libertad mal entendida, somos seres racionales, pero razonamos moralmente, y en la libertad debemos respetar la vida de la persona humana, desde su concepción hasta la muerte natural. Bien dijo Friedrich Hayek que una sociedad verdaderamente libre debe tener arraigada fuertes ataduras morales.
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